jueves, 16 de julio de 2009
ANTONIETTA MEO
>Quiero estar en el calvario contigo. Beata con 6 años.
Experiencias de catequesis familiar
Publicado en Id y Evangelizad nº 64
Nacida en Roma el 15 de diciembre de 1930, Antonieta Meo, Nennolina, murió pocos años después, el 3 de julio de 1937, a los 6 años de edad. Su proceso de beatificación está muy avanzado. Podría ser la beata no mártir más joven de la historia de la Iglesia. Estos son algunos fragmentos de sus cartas recogidas en el libro Las cartas de Nennolina.
Querido Jesús, mañana, cuando estarás en mi corazón, haz como si mi alma fuera una manzana. Y como dentro de la manzana están las semillas, dentro de mi alma haz que haya un armario. Y como dentro de la cáscara negra de las semillas, está la semilla blanca, así haz que dentro del armario esté tu Gracia, que sería como la semilla blanca.
Así le dicta a su mamá el día antes de recibir la Primera Comunión: Escucha mamá: imagínate que mi alma sea una manzana. Dentro de la manzana están esas cositas negras que son las semillas. Luego, dentro de la cáscara de las semillas está esa cosa blanca. Bien, haz cuenta que ésa sea la Gracia.
Jesús, haz que esta gracia se quede siempre conmigo.
Nennolina recibe la Primera Comunión en la Nochebuena de 1936.
Esa noche, a pesar de que el aparato ortopédico le causaba
dolor, los presentes la vieron al final de la Misa, quedarse arrodillada por más de una hora, quieta, con las manitas juntas.
La firma en sus cartas a veces cambia en Antonietta de Jesús, otras veces Antonietta Jesús. La forma es repetitiva y los pensamientos proceden destacados, como sucede en la manera de expresarse propia de los niños, pero bajo la forma infantil el pensamiento no es banal, nunca pueril.
Lo que todavía hoy desconcierta a psicólogos y teólogos es que Dios enriquezca de gracias especiales una Nennolina y que, sin forzar su naturaleza sino perfeccionándola con una aceleración de la Gracia, realice en ella tanto una delicada finura en las cosas del Espíritu, como una heroicidad en la condición de sufrir-ofrecer que difícilmente se encuentra en personas de edad madura y después de un largo camino de Fe.
La unión místico-espiritual alcanza una profundidad insondable, cuando la vida de la pequeña es transformada en la relación de amor con su dulce amigo del alma, Jesús y con su madre la Virgen María.
El 16 de octubre de 1936 Antonietta afirma: Veo la Virgen, no el cuadro; y en enero de 1937: Yo a veces veo a Jesús; cuando la mamá le pregunta: ¿Y cómo lo ves? Antonietta responde: En la cruz. En marzo otra visión: Ayer ví a Jesús resucitado.
A Jesús, Antonietta le escribirá 105 cartas, otras se las hará a la Virgen, a Dios Padre, al Espíritu Santo, una a santa Agnese y una a santa Teresa del Niño Jesús. A Jesús le pedirá siempre la ayuda de su gracia: Hoy he hecho un poco de caprichos, pero tú Jesús bueno, toma en brazos a tu niña...; pero tú ayúdame que sin tu ayuda no puedo hacer nada; tú ayúdame con tu gracia, ayúdame tú, que sin tu gracia nada puedo hacer.
En mayo Antonietta recibe la confirmación. Son ya los últimos días de su vida. Así cuenta su mamá: Después de la confirmación Antonietta comenzó progresivamente a empeorar. La fatiga y la tos no le daban tregua. Ya no lograba ni siquiera quedarse sentada y fue obligada a estar en cama. Se veía que sufría, pero a todos, incluso a mí, decía siempre: «¡Estoy bien!». Tal vez con dificultad, pero quiso siempre recitar sus oraciones de la mañana y de la noche. Pedí luego que el sacerdote le trajera la Comunión todos los días, y las horas que seguían a la comunión eran siempre más tranquilas. [...] Apenas podía me pedía también escribir sus cartas.
La última tiene fecha del 2 de junio. Y ésta será la carta que llegará a las manos de Pío XI. Así recuerda la madre: Me senté al lado de su cama y escribí lo que Antonietta con dificultad me dictaba: «¡Querido Jesús crucificado, yo te quiero tanto, y te amo tanto! Yo quiero estar contigo en el Calvario. Querido Jesús, dile a Dios Padre que le amo tanto a Él también. Querido Jesús, dame tú la fuerza necesaria para soportar estos dolores que te ofrezco por los pecadores». En ese momento Antonietta tuvo un violento ataque de tos y de vómito, pero apenas le pasó quiso igualmente continuar a dictarme: «Querido Jesús, dile al Espíritu Santo que me ilumine de amor y me llene con sus siete dones. Querido Jesús, dile a la Virgencita que la amo tanto y que quiero estar cerca de ella. Querido Jesús, te quiero repetir que te amo tanto, tanto. Mi buen Jesús, te encomiendo a mi padre espiritual y hazle las gracias necesarias. Querido Jesús te encomiendo a mis padres y a Margherita. Tu niña te manda muchos besos...» Sentí repentinamente, viendo cuánto sufría, un ataque de rebelión dentro y en un arrebato de cólera arrugué aquella hoja de papel y la tiré dentro de una gaveta.
Unos días después vino a visitar a Antonietta el profesor Milani, protomédico pontificio, llamado por el doctor Vecchi para pedir una consulta. Dijo que la niña estaba muy grave y que tenía que ser llevada a la clínica para ser operada de nuevo. El profesor se quedó conversando con la niña y se sorprendió por los dolores que Antonietta soportaba sin lamentarse. Mi marido le habló de las cartas que escribía. Pidió que le mostrara la última y yo no tuve el valor de rehusar. Tomé la carta de la gaveta y se la mostré. Después de haberla leído dijo que quería hablarle al santo Padre de Antonietta y pidió el permiso de llevar consigo la carta. Le respondí titubeante: «Pero... no sé...si...».
Pero señora -dijo-, se trata del Papa.
Al dìa siguiente un automóvil del Vaticano se detuvo frente a nuestra habitación. Un delegado enviado personalmente por el santo Padre Pío XI, vino para dar la bendición apostólica a la niña. Nos dijo que Su Santidad se había quedado muy conmovido leyendo la carta.
El 12 de junio Antonietta se agrava. Respira afanosamente. Le extraen el líquido de los pulmones. El 23 le resecan tres costillas con anestesia local, dada su condición general tan precaria. Cuenta su mamá: No puedo ni contar la aflicción de aquél cuerpecito martirizado. Ese día reteniendo las lágrimas le dije: «Verás pequeñita mía... apenas te habrás recuperado nos iremos de vacaciones, iremos al mar... te gusta tanto el mar, podrás bañarte, sabes?...» Me miró... con ternura me dijo: «Mamá alégrate, siéntete contenta... Yo saldré de aquí en diez días menos un poco». La mamá no podía saber que en ese momento Antonietta le había dicho exactamente el día y la hora en que iba a morir.
En los días que siguieron, con fortaleza desarmante continúa sonriendo también a las enfermeras que vienen a curarle la herida, a pesar de que la metástasis había ya invadido y devastado su pequeño cuerpo y a pesar de que la masa tumoral le comprimiese el pecho al punto de provocarle el desplazamiento del corazón. Todos en el proceso testimoniarán el desconcierto frente a su extraordinaria serenidad. La mamá llegará hasta a dudar que la niña sufriese: Fui donde el doctor, le dije: «Doctor, yo no creo... dígame la verdad, dígame realmente... Antonietta ¿sufre mucho?». Pero señora, qué me pregunta! ¡Qué está diciendo! ¡No diga eso! Los dolores son atroces.
En la mañana del 3 de julio de 1937, al alba, cuando el papá se le acercó para acomodarle una vez más la almohada y apoyándole los labios para darle un beso, Antonietta susurró: Jesús, María... mamá, papá... Fijó la mirada enfrente suyo -recuerda la mamá- sonrió, y luego dio el último largo respiro. El día 5 de julio el pequeño ataúd fue transportado, entre la multitud conmovida, a su Parroquia, la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén.
EXTRACTOS DE CARTAS:
Aquí algunos extractos de las cartas que Nennolina dictaba a su madre desde muy pequeña, o que ella misma escribió, con su trémula letra infantil, apenas aprendió a escribir:
"Querido Jesús eucaristía, estoy pero que muy contenta de que hayas venido a mi corazón. No te vayas nunca de mi corazón, quédate siempre siempre conmigo. Jesús yo te amo, yo quiero abandonarme en tus brazos y haz de mí lo que tú quieras".
"Querido Jesús, hoy voy de paseo y voy a mis monjas y les digo que quiero hacer la primera comunión en Navidad. Jesús ven pronto a mi corazón que yo te abrazaré muy muy fuerte y te besaré. Oh Jesús, quiero que te quedes siempre en mi corazón".
"Querido Jesús, yo te quiero mucho, te lo quiero repetir que te quiero mucho. Yo te ofrezco mi corazón. Querida Virgen, tú eres muy buena, toma mi corazón y llévaselo a Jesús".
"Mi buen Jesús, dame almas, dame muchas, te lo pido de verdad, te lo pido para que hagas que sean buenas y puedan ir contigo al Paraíso".
"Mi querido Jesús, hoy he aprendido a hacer la "O", así que pronto te escribiré yo misma":
"Querido Jesús, mañana cuando estés en mi corazón, hazte cuenta de que mi alma es una manzana. Y, como en la manzana están las semillas, dentro de mi alma haz que haya un armario. Y, como debajo de la piel negra de las semillas está la semilla blanca, haz que dentro del armario esté tu gracia, que sería como la semilla blanca".
"Hoy he sido algo caprichosa, pero tú Jesús bueno, toma en brazos a tu niña…"; "pero tú ayúdame que sin tu ayuda no puedo hacer nada"; "tú ayúdame con tu gracia, ayúdame tú, que sin tu gracia nada puedo hacer"; "te lo ruego, Jesús bueno, consérvame siempre la gracia del alma".
"Te rezo por aquel hombre que ha hecho tanto daño; te rezo por aquel pecador que ya sabes, que es tan viejo y que está en el hospital de San Juan".
"Querido Jesús crucificado, yo te quiero tanto y te amo tanto. Yo quiero estar contigo en el Calvario. Querido Jesús, dile a Dios Padre que también a él le quiero mucho. Querido Jesús, dame tú la fuerza necesaria para soportar estos dolores que te ofrezco por los pecadores. Querido Jesús, dile al Espíritu Santo que me ilumine de amor y me llene de sus sietes dones. Querido Jesús dile a la Virgen que la quiero mucho y que quiero estar junto a ella. Querido Jesús te quiero repetir que te quiero mucho mucho. Mi buen Jesús en ti encomiendo a mi padre espiritual y hazle las gracias necesarias. Querido Jesús en ti encomiendo a mis padres y a Margherita. Tu niña te manda muchos besos".
Antonietta Meo
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